miércoles, 5 de agosto de 2009

Aceptación del riesgo

En lugar de huir de los mercados volátiles, recomiendo a mis clientes mantenerse fieles a su asignación original de activos.
Lamentablemente, dicho escenario es imposible, aunque constituye una respuesta natural cuando un inversor hace frente a riesgos financieros.
Si bien no hay una fórmula mágica para evitar el riesgo, tres de los cuatro pasos del enfoque de la estrategia patrimonial tratan de forma específica con el riesgo. El primer paso consiste en posicionar adecuadamente su cartera seleccionando la clase de activos que resulta más apropiada para sus circunstancias particulares. Al elegir clases de activos con correlaciones bajas –tipos de valores que rinden de forma diferente bajo condiciones de mercado diferentes–, resulta probable que su cartera crezca a largo plazo, independientemente de qué clase de activos goce del
favor del mercado. Las acciones y los bonos constituyen un ejemplo clásico de activos con una correlación baja. Los bonos globales constituyen un complemento extraordinario para los valores globales. Entre 1985 y 2005, cada vez que los precios bursátiles bajaban con fuerza en los mercados globales, los precios de los bonos se apreciaban. En consecuencia, los bonos pueden jugar un papel importante como elemento «estabilizador» en una estrategia de cartera a largo plazo, particularmente durante períodos en que los precios bursátiles descienden de forma pronunciada.
El segundo paso consiste en combinar estilos de inversión como, por ejemplo, renta variable de crecimiento y renta variable de valor. Estos estilos se han alternado el liderazgo en materia de rentabilidad a lo largo de la historia del mercado. Desde 1975, se han producido varios cambios en rentabilidades superiores del 10% o más. No sólo es casi imposible predecir de forma precisa
cuándo ocurrirán los cambios entre los dos estilos, sino que es asimismo difícil prever cuánto durará cada ciclo. Nuestro análisis nos indica que la combinación de estilos de inversión complementarios como, por ejemplo, renta variable de crecimiento y renta variable de valor, puede ayudar a reducir la volatilidad de una cartera, de forma muy similar a la combinación de clases de activos con una correlación baja, tales como las acciones y los bonos.

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